viernes, 27 de mayo de 2011

LA PERSPECTIVA DE GENERO

Este aumento de la participación de las mujeres en la fuerza del trabajo ha inducido un cambio en los roles y las expectativas de género, tanto en la familia como en la propia empresa. A medida que son más las mujeres que pasan a desempeñar un empleo retribuido, crece también el número de hombres que comparten mucho más que antes las tareas domésticas y las funciones de atención a la familia, tradicionalmente consideradas femeninas.

Teóricamente, pues, a medida que aumenta el número de familias con dos fuentes de ingresos, las mujeres salen de su papel "familiar" para implicarse en el mundo del "trabajo", en tanto que los hombres lo hacen de su papel tradicional en el "trabajo" para asumir nuevas responsabilidades con la "familia". Pero la realidad es que la redistribución de las responsabilidades financieras en el seno de la familia no se ha visto acompañada de una redistribución equivalente de las responsabilidades de trabajo en el hogar. Que todavía son las mujeres quienes desempeñan una parte desproporcionada de las tareas domésticas. Que tienen ahora más trabajo que nunca, hasta el extremo de que podría decirse que muchas realizan un "segundo turno" laboral cada día.

A pesar de haber incorporado a las mujeres en la fuerza del trabajo, la empresa sigue buscando al hombre en su modelo de división del trabajo entre "hombre proveedor de ingresos-mujer forjadora de la familia". 

Ahora bien, esta idea suya de "trabajador ideal" con cualidades "masculinas" es discriminatoria tanto contra las mujeres como contra los hombres con responsabilidades familiares. Lo que quiere decir que las percepciones sociales sobre el trabajo y la familia no han cambiado al mismo ritmo con que se ha transformado el mercado del trabajo a consecuencia de la mayor participación de las mujeres en él.


Montiel Hernández Juana

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